Enigma en el laberinto, de Omar Nicosia
ACTO I
Escena 1
La acción transcurre en Elacia, un país
imaginario, en épocas remotas. En escena se ve la plaza central de la aldea. En
el centro y al fondo, el palacio, y a un costado, un cartel que dice “Entrada
al laberinto”. En escena están Píramos y Rajamus, dos guardias del palacio. Es
de noche.
PÍRAMOS: -¿Qué opinas?
RAJAMUS: -Sostengo lo que dije, Píramos. Ninguno que lo intente tendrá
éxito.
PÍRAMOS: -¿Sabes una cosa, Rajamus? Opino lo mismo.
Se oyen ruidos de pasos y un gruñido animal. Píramos y Rajamus toman
sus lanzas y, temerosos, escudriñan en la oscuridad.
PÍRAMOS: (Temblando.) -¿O…oíste e…eso?
RAJAMUS: -S…sí… ¿Cre…crees que la… la bestia s…se salió del
la…laberinto?
VOZ EN OFF: -¡Claro que sí, cobardes y estoy hambriento!
Escena 2
Píramos
y Rajamus tiemblan y Épiko, el aventurero, emerge desde las sombras. Se burla
de ellos. Los dos guardias intentan pelear con él, pero los desarma. Se quita
la capucha y lo reconocen.
PÍRAMOS: (Riendo.) -¡Épiko, maldito bribón!
RAJAMUS: (Ofuscado.) -¡Insensato! ¡Casi haces que te matemos!
ÉPIKO: -¿Matarme? ¿Ustedes? Pero si al primer gruñido estuvieron a
punto de meterse debajo de sus camas, gallinas! (Guarda la espada.) ¡Vamos,
amigos! ¡Dejen sus lanzas y entremos en la taberna! Y mientras tomamos unos
tragos me cuentan cuál es esa tan difícil empresa en la que “ninguno que lo
intente tendrá éxito…” ¿De eso hablaban, no?
PÍRAMOS: -Hasta la última rata de la aldea conoce la noticia. ¿Dónde
has estado, mequetrefe?
ÉPIKO: -Ahhh, de paseo por el valle de Talebos, viendo a las ninfas
danzar sobre el arroyo, correteando con ellas, comiendo los manjares de esa
tierra y bebiendo el néctar de los árboles…
RAJAMUS: -Pues entérate, botarate inconsciente, de que mientras tú te
diviertes el reino de Elacia se cae a pedazos.
ÉPIKO: -¿Pero por qué? ¿Qué ha sucedido?
RAJAMUS: -Las cosechas se han perdido, continúa la sequía…
PÍRAMOS: -…y las reservas de alimentos se están acabando.
RAJAMUS: -La única solución para nuestra comarca es conseguir la olla
de oro que se halla dentro del laberinto. Por eso, el rey Óptimo ha llamado a
todos los valientes.
ÉPIKO: -¿Y? ¿Qué ha ocurrido?
PÍRAMOS: -En quince días, quince jóvenes aguerridos han entrado al
laberinto…
RAJAMUS: -…pero ninguno ha salido.
ÉPIKO: -¡Yo entraré a ese laberinto y traeré el tesoro! No parece ser
algo tan complicado.
PÍRAMOS: -¿Acaso has olvidado que esa valiosa olla está custodiada…
RAJAMUS: -…por el temible Monocornus?
ÉPIKO: -¡Repámpanos! Sí, lo había olvidado.
PÍRAMOS: (Burlón.) -¿Y ahora qué dices? ¿Aún lo intentarás?
ÉPIKO: -Eeee… ¡Por supuesto! ¡Mañana a primera hora entraré en el
laberinto!
OSCURO.
Escena 3
La
princesa Mimoxa en su cuarto, sentada junto a la ventana, está tejiendo unas
tiras para sus sandalias, con un hilo dorado.
MIMOXA: -Ahhh, Épiko, qué apuesto, qué galante, qué musculoso… qué
picardía que tu también te perdieras en ese horrible laberinto. Si esto sigue
así, esta pequeña aldea se quedará sin hombres jóvenes… ¡y yo me quedaré
soltera! ¡Qué horror, ni pensarlo! Espero, querido Épiko, que tú sí puedas dar
fin al Monocornus… ¡Oh! Pero aunque lo mate, ¿cómo hará para salir del
laberinto? Dicen que es imposible. (Deja
bruscamente de tejer.) ¡Mmm! Se me acaba de ocurrir una idea brillante…
OSCURO
Escena 4
Épiko camina de una punta a otra de su
habitación. Está intranquilo.
ÉPIKO: -Mi espada… mi espada es lo más indicado para… no, no. Mejor
llevo arco y flechas para atacarlo a distancia. ¿Y si fallo?… Debería tener a
mano mi lanza. O tal vez lo más efectivo sería una cerbatana con dardos
envenenados, aunque quizás… ¿Oh, por las barbas de Temerón! ¿Cómo haré para
derrotar a la bestia del laberinto? Y si lo hiciera… ¿encontraría el modo de
salir de allí?
TELÓN.
ACTO 2
Escena 1
Plaza
central de la aldea. Varios pobladores reunidos en la entrada del laberinto.
Épiko está allí armado con espada, lanza, arco, flechas y cerbatana. Píramos y
Rajamus, junto a él. También está el rey Óptimo.
REY ÓPTIMO: -¡Pueblo de Elacia! Una vez más esta tierra se enorgullece
de los hijos que nos ha dado. En esta ocasión, el valeroso Épiko se adentrará
en las entrañas de esta trampa mortal. Recorrerá los oscuros y asfixiantes
pasillos del laberinto hasta llegar al centro, donde se halla la horripilante
bestia, el letal y despiadado monstruo conocido como Monocornus… (Pausa.)
PÍRAMOS: (A Rajamus, en voz
baja.) –Óptimo es un gran rey, pero no es el más indicado para dar ánimos a
nadie.
RAJAMUS: -Ya lo creo… (Señala a
aÉpiko.) Mira qué pálido se ha puesto nuestro amigo.
REY ÓPTIMO: -¡Quince jóvenes se ha cobrado esa criatura del Averno!
¡Que sus almas en pena te acompañen en esta misión imposible e iluminen!
ÉPIKO: (Lo interrumpe, nervioso.)
-¡Gracias, majestad! Me ha dado todo el valor que este humilde servidor necesitaba.
(Disimulando el temblor de sus piernas.)
¡Y ahora entraré!
OSCURO
Escena 2
Épiko traspone la entrada del laberinto. Entonces descubre a Mimoxa.
ÉPIKO: (Aatónito.) -¡Princesa
Minoxa! ¿Qué hace usted aquí?
MIMOXA: -¡Shhh! No levante la voz.
ÉPIKO: -Me sorprendió no verla en la plaza… (Romántico, le toma una mano.) Déjeme contemplarla… quizás sea la
última vez.
MIMOXA: -Ninguna última vez… (Mimoxa
extrae de su bolsa un ovillo de hilo dorado.) Usted vencerá al monstruo y
le aseguro que podrá salir de acá.
ÉPIKO: -¿Por qué está tan segura?
Mimoxa ata un extremo del hilo al cinturón de Épiko. Este observa
confundido.
MIMOXA: -Porque este hilo dorado lo ayudará e encontrar el camino de
vuelta hasta la salida.
ÉPIKO: -¡Qué bien! ¡Ahora ya nada puede detenerme!
MIMOXA: -No olvide al Monocornus…
ÉPIKO: -¡Repámpanos! Lo había olvidado…
MIMOXA: -¡Ve, mi héroe! ¡Que Amorosis te proteja! ¡Ve y vuelve a mi
lado!
Mimoxa sale del laberinto con el ovillo de hilo en sus manos.
OSCURO
Escena 3
El laberinto está en penumbras. Se ve la silueta de Épiko, que avanza
muy cansado.
ÉPIKO: -Ahhh… ya no puedo más… ¿Cuántas horas pasaron? ¿O son días?
Este laberinto parece interminable… y falta el aire; el aroma nauseabundo de
sus paredes se me pega a los pulmones y me quita la respiración… ¿Podré vencer
al bestial Monocornus? ¿En qué sector del laberinto estaré?
VOZ EN OFF: (Cavernosa.)
–Justo en el centro.
Escena 4
Se encienden antorchas que iluminan más la escena. Se ve al Monocornus,
un “monstruo” de tres metros de alto con cuerpo de hombre, patas de cabra,
cabeza de pantera y un cuerno dorado, de rinoceronte, en la frente. Está
sentado sobre una enorme olla de oro que contiene el valioso tesoro. Épiko lo
contempla boquiabierto.
ÉPIKO: -Eres… eres espantoso…
MONOCORNUS: -¡Ja! ¿Y tú ya te miraste en un espejo? Los humanos son patéticos,
frágiles y deformes…
ÉPIKO: -¡Claro! Pero parece que te resultan bien apetitosos, ¿no,
bestia?
MONOCORNUS: -¿De qué hablas?
ÉPIKO: -No te hagas el tonto, monstruo. Quince valerosos guerreros han
entrado y ninguno consiguió salir, seguramente, porque los has desayunado.
MONOCORNUS: -Ahora sí que se te han pelado los cables, insignificante somormujo.
¿Yo, comerme a alguno de ustedes? Se me revuelve el estómago con sólo escucharte.
¿Acaso ves algún hueso por aquí?
ÉPIKO: -Te los habrás masticado como postre, anormal.
MONOCORNUS: -No me hagas reír, necio. Mira… (Toma un poco de musgo.) ¿Ves este musgo? (_Se lo come.) Éste es todo mi alimento. Esto es lo que como. (Eructa.)
ÉPIKO: -¿Ah, sí? ¿Y entonces, dónde están mis compañeros?
MONOCORNUS: -Llegaron hasta aquí, no hicieron lo que tenían que hacer
y, evidentemente, tampoco encontraron el modo de salir.
ÉPIKO: -¿Qué quieres decir? ¿Qué ninguno de ellos te ha enfrentado?
MONOCORNUS: -Sí, pero ninguno me ha vencido. Y tú, ¿serás capaz de
hacerlo?
Monocornus se incorpora, agita sus brazos y ruge. Épiko retrocede
asustado, intenta tomar la espada pero se confunde y, en su lugar, empuña la
cerbatana. El Monocornus lo mira y se ríe. Épiko trata de mostrarse valiente,
pero no puede parar de temblar. El Monocornus se sienta de nuevo sobre la olla
de oro.
MONOCORNUS: -Calma, humano, calma. Deja de temblar, que no voy a
hacerte daño…
ÉPIKO: -No… n…no es…estoy tem…temblando…, e…estoy preca…precalentando.
Así que… Pre…prepáratre a mo…morir, Monocornus.
MONOCORNUS: -¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué payaso eres! ¡Me agradas, humanito,
y por eso no voy a convertirte en talco!
ÉPIKO: -¿N…no? ¿Entonces te rindes?
MONOCORNUS: -Escucha, haremos algo mejor que combatir salvajemente…
ÉPIKO: (Más tranquilo.) –Ah,
eso me parece muy bien…
MONOCORNUS –Claro… (Irónico.)
Ni yo quiero lastimarte ni creo que tú quieras hacerme daño con tu… “habilidosa
espada”, ¿no?
ÉPIKO: -Tienes mucha razón…, pero dime: ¿Entonces qué haremos?
MONOCORNUS: -Yo te formularé un enigma y tú deberás resolverlo.
Si lo haces, habrás ganado y podrás llevarte el tesoro.
ÉPIKO: -¿Y tú no me lo impedirías?
MONOCORNUS: -No, yo me volvería volátil como una nube y cruzaría
el portal de las ánimas para ingresar en otro mundo, donde viviría feliz para
siempre… Te diré algo: hace tiempo que quiero abandonar este sucio y maloliente
laberinto, pero esto sólo es posible si alguien logra descifrar el enigma. Tus
compañeros no lo consiguieron… (Repentinamente
feroz.) Así que espero que tú lo hagas, porque estoy perdiendo la paciencia
y me veré forzado a romper mi dieta vegetariana para degustar carne asada de
humano tonto.
ÉPIKO: -¡Un momento! Si yo lo resuelvo y tú desapareces… ¿cómo saldré
yo del laberinto?
MONOCORNUS: -¿Y ese hilo atado a tu cintura?
ÉPIKO: -Lo ató la princesa Mimoxa. Dijo que me ayudaría a salir del
laberinto.
MONOCORNUS: ¿Y entonces?
ÉPIKO: -Es que todavía no entiendo muy bien cómo me ayudará. Lo he
frotado para ver si tiene propiedades mágicas, pero nada. Sigue ahí, atado a mi
cintura.
MONOCORNUS: -Digo yo… ¿No se te ha ocurrido que, cuando sea hora de
abandonar el laberinto, podrías desandar el camino siguiendo el hilo dorado
atado a tu cintura que, supongo, debe empezar a la entrada del laberinto?
ÉPIKO: -¡Excelente idea! No lo había pensado.
MONOCORNUS: (Lanza una risotada.)
-¡Sí que me he divertido contigo, humano! ¡Jamás he conocido a nadie tan tonto!
¡Me agradas, claro que sí!
ÉPIKO: -Bien, monstruo, ya estoy listo para escuchar ese enigma.
MONOCORNUS: -Ahí va: ¡Cuál es el animal que camina en cuatro patas a la
mañana, en dos al mediodía y en tres a la noche?
Épiko permanece pensativo.
TELÓN.
ACTO 3.
Escena 1
Plaza de la aldea. Entrada del laberinto. Pobladores. Píramos y Rajamus,
el rey Óptimo y la princesa Mimoxa. El extremo del hilo dorado está atado al
cartel que dice “Entrada al laberinto”.
REY ÓPTIMO: -Hija mía, es
inútil. Hace horas que estamos aquí. Épiko ha corrido la misma suerte que los
demás jóvens.
MIMOXA: (Mirando de reojo el hilo
tensado.) -¡Calla, padre! Presiento que esta vez todo saldrá bien.
PÍRAMOS: (A Rajamus, en voz
baja.) –Y yo presiento que esta chica ha perdido otro futuro marido.
RAJAMUS: -¿Crees, entonces, que ahora tú y yo tendremos alguna
oportunidad?
PÍRAMOS: -Calla, pastenaca. ¿Acaso piensas que una princesa va
fijarse en…?
Escena 2
Épiko sale por la entrada del laberinto. Exhibe con la mano en alto el
cuerno del monstruo. Todos aplauden y vivan al héroe. Mimoxa, emocionada, lo
abraza.
PÍRAMOS: -¡Bravo, Épiko, lo has conseguido!
RAJAMUS: (Para sí.) –Adiós
oportunidad de casarme con la princesa…
REY ÓPTIMO: -¡Felicitaciones, muchacho! Y ahora, cuéntanos qué ocurrió
allí adentro. ¿Cómo has logrado vencer al monstruo sin sufrir ni un rasguño?
ÉPIKO: (Con suficiencia.)
–Porque no ha sido necesario pelear con él.
REY ÓPTIMO: -¿Qué dices? ¿Cómo lo has derrotado, entonces?
ÉPIKO: -El secreto para ganarle consistía en resolver un enigma que el
mismo Monocornus formulaba.
REY ÓPTIMO: ¡Asombroso! ¿Y cuál era ese enigma?
ÉPIKO: -¿Cuál es el animal que camina en cuatro patas a la mañana, en
dos al mediodía y en tres a la noche?
REY ÓPTIMO: (Piensa unos
instantes.) -¡Por Zerebrus, que no tengo idea!
ÉPIKO: -Muy fácil. Ese animal es el hombre: en la infancia anda en
cuatro patas; como adulto, en dos piernas y ya viejo añade el bastón.
REY ÓPTIMO: ¡Magnífico! ¡Qué inteligente! Bueno, ahora que no hay
peligro, entremos todos al laberinto a recoger el tesoro.
ÉPIKO: -No es necesario. (Hacia
la entrada del laberinto.) Muchachos…
Salen los quince jóvenes que estaban perdidos en el laberinto. Cinco de
ellos cargan la olla con el tesoro. Todos aplauden y lanzan exclamaciones de
asombro.
ÉPIKO: -¡Silencio, por favor! Quiero decirles que la princesa Mimoxa
también es responsable, en parte, de esta hazaña. Ella me dio el hilo y,
gracias a él, todos pudimos desandar el trayecto y salir del laberinto.
El pueblo viva a la princesa. Todos rodean la olla del tesoro y la
contemplan, fascinados. Épiko y Mimoxa se alejan del grupo y se adelantan hacia
el proscenio.
MIMOXA: -Amor mío, dime ¿cómo supiste la respuesta al enigma?
ÉPICO: -Casualmente estuve, en Tebas hace unos días, conversando
con mi amigo Edipo. Y me contó que acababa de resolver el enigma de la Esfinge …
MIMOXA: -¿Y eso qué tiene que ver?
ÉPIKO: -¡Que resultó ser el mismo que me hizo el Monocornus!
Mimoxa ríe, lo abraza. Épiko también ríe.
TELÓN.